miércoles, 12 de diciembre de 2007

Ver a Los Pels en vivo (Teatro Arlequines, 12 de Diciembre de 2007)


(crónica, poco objetiva, de un fan llamado Kioskerman)

Ver a Los Pels en vivo es una experiencia pop. Pero al mismo tiempo es rock, es energizante. Te llena las venas. No como jugo de tomate frío, más bien como Fanta Naranja. Música sincera, simple, directa, alegre, bailable en algunos puntos, paralizante en otros.

Cuando llego al teatro-bar donde tocan, están probando sonido. Muy profesional. Gente preocupada por el sonido y los “retornos”. Se nota que no son principiantes. Cada uno sabe bien lo que hace con sus cables y sus enchufes. Dialogan con una voz que viene de un “monitor”. Piden más volumen. Cosas de músicos.

En el lugar no hay muchísima gente, pero eso lo hace más punk también, más íntimo. A veces pienso que me encantaría que fueran famosos y salieran en la radio. “Esa es mi banda”. Bueno de hecho salieron (ganaron un concurso de la Rock and Pop y tocaron en un festival de Inrockuptibles) Pero también que, así como está, está bien también. Ellos deberían seguir tocando siempre, aunque sea para mi.
A Los Pels tampoco les importa demasiado mucho el tema de los Estadios Obras llenos, de los especiales de Much Music con la rubia Maitena. Ellos dicen que están “en una carrera contra nadie” Y el relax se nota. Son amigos pasándola bien.

El cantante, quien se hace llamar Tingo, grita bastante. Si Tingo te grita, por lo menos te frenas a oir qué está diciendo. Pero no son esos gritos enojados de pelilargos vestidos de negro. Bah, puede ser que quizás tenga Tingo un mal día, pero eso yo no lo sabré. Los gritos no son tanto gritos como son incrementos del volumen de la voz, algo más operístico, como un avión que despega a toda velocidad. Hay una sensación de bienestar y energía que te corre por las venas cuando finalmente despega. Alguien (el señor que le grabó Bleach a Nirvana) dijo que los buenos gritos en el rock garpan. Como sabe ese señor. Es de esos cantantes del puta madre. Sube y baja de los pisos que le marca su guitarra, como si nada, sin tropezar. Está en esos níveles en que los músicos ya no piensan en lo que hacen. O quizás hace todo parecer tan simple. Luego toca su Fender Telecaster gastada (como esas vintage de los 60´) con solo dos dedos en las partes arpegiadas. Solo dos dedos para, al menos, 5 cuerdas. Una técnica casera y no-académica, pero que funciona perfectamente.

El baterista, que se hace llamar Mauma, toca completamente posesionado, poseído en lo que hace. Parece que estuviese solo, bailando con sus tambores, en un ritual adentro del cono del silencio del agente 86. Pero en realidad está escuchando (bueno, es lo mínimo que debería hacer un baterista, pero acá se nota más, quiero decir) Acompaña la música, mueve la boca, el cuerpo, danza. No lo vas a ver haciendo rulos o redobles, ta-ta-taaaa-ta-ta-taaaa. Tampoco tocando a destiempo como John Bonham (Led Zeppelin) o con los brazos todo el tiempo arriba como Dave Grohl (Nirvana) Él sigue la melodía, tranquilo, como un Ringo Star (Beatles) moderno. Percusiona lo que tiene que percusionar y al mismo tiempo disfruta lo que quiere disfrutar: parace que fuese un espectador más, oyendo la música.

En un momento del recital pela unas maracas de color azul y rojo - que supongo se habrá traído de algun cotillón de casamiento. O quizás fue la crisis y el precio de los palitos lo que lo impulso a esa extraña técnica. Pero la cosas es que empieza a pegarle a los parches con eso. Al menos yo, nunca había visto algo así en mi vida. Cuando se produce un silencio en un corte de la canción se oyen los ritmos salseros de las maracas. ¡El primer solo maraquero de la historia del rock! Me arranca una carcajada por un lado y asombro por el otro.

El bajista, Diego (que se hace llamar The Ego por razones obvias de fonética, no porque quiera parecerse a The Edge) y el guitarrista, quien se hace llamar Mati, se encuentran también al servicio de la melodía. No lo vas a oir a The Ego tocar una base punk de bajo, una nota por acorde. Más bien actúa como una segunda guitarra o una segunda voz bajando y subiendo con sus escalas (¿son escalas?). Parece como que siempre quisiera esquivar la canción. En realidad es lo mismo, pero otros caminos. Si lo demás toman la ruta 8, él toma la 7, pero llegan al mismo lugar. Pero no hay nada fuera de lugar ahí. El guitarrista tira soniditos cósmicos de esos de tan populares en las bandas de los 90. Solos melódicos y distorsión solo cuando es necesario. Sonidos que relajan y acompañan la canción pelseana como un colchón eléctrico. Frío y cálido al mismo tiempo. El tipo tiene una onda entre Graham Coxon (Blur) y Johnny Greenwood (Radiohead), aunque si te metés en su blog, le gustan los ruidos de Thurston Moore (Sonic Youth)

Creo que Pels es una banda pop. No conozco alguna definición académica del pop. Ni creo que la haya. Pero es obvio que están arraigados en la melodía. El pop sigue siendo un pedazo de buena melodía en diferentes cajitas (hard rock, rockabilly, rock chabón, punk, heavy metal, grunge, lo que venga) ¿No?

A esta altura el pop no es algo nuevo para nadie. Pero estos muchachos le dan un toque nuevo, lo meten en un cajita nueva y personal y lo mezclan con sus influencias de bandas under, pero también “upper”. Quiero decir está Spinetta, están los Beatles ahí, pero también está Velvet y todo lo que vino después. No me pregunten qué bandas porque tengo entendido que Mauma, uno de los compositores de esta banda, tiene en su haber más de 5.000 discos. Ya está, me perdí.

Según aseguran en su MySpace, sus influencias son todas las “bandas de rock que supieron ser originales y verdaderas”.Me gusta lo de “verdaderas” Si hay algo que se nota en ellos, es lo genuino (característica que por lo general se encuentra más en lugares desconocidos que en los nuevos “festivals” de marcas de gaseosa)

El cantante es de la hostia, un hallazgo realmente y los demás músicos acompañan perfectamente la canción (que nunca es la misma) ¿Algo más se le puede pedir a una banda? Bueno sí, buenas canciones. ¡Y las tienen! Bien armadas, cortas, de esas que terminás tarareando después del final, pero no porque sean pegadizas y chotas, sino porque te quedás con ganas de volverlas a oír.

Podrían armar un solo disco clásico del rock argentino con 8 de esas canciones. Uno de esos de canción buena atrás de la otra. Uno que yo pondría al lado de “Excursiones” de Suárez o del primero de Almendra.

La último que quisiera agregar de esta banda es que es simpática. El nombre, Pels, es simpático. No es algo como Suicidal Tendencies o Rage against the Machine, o Carajo. Es Pels, como el nombre de un chocolate o un confite del kiosco. Es un Pels. Los Pels. ¿Qué corno es un Pels? No lo sé. Pregúntenle a ellos. Pero cae bien. Les queda bien. Si te van a hablar del bajón de ciertos momentos de la vida, te lo van a contar como algo normal, sin moral y sin pretensiones de cambiar el mundo. ¿Eso sería "pelsiano"? Una especie de pesimismo optimístico.

Si tocaran en un festival de esos de moda ahora, para mí sería en el “Jorgito Alfajor Rock Festival”

Las letras de las canciones apuntan en esa dirección simpática también. Títulos como “Alfajor amor” (mi tema preferido ey, que no lo tocan más) y líneas totalmente poéticas y urbanas, que me traen a la memoria cosas de Fabián Casas y algo de Cha cha cha. En Irme de mi, Tingo canta: “Se nos fue el avión de la estación, habrá que caminar”. Me vienen a la cabeza una imagen de estar caminando por la vereda que bordea Aeroparque, en Capital, a la madrugada. El avión al lado nuestro que se va y nosotros que vamos caminando tranqui, iluminados un poco por un farol y otro poco por las primera luces de la madrugada, yendo a un barsito a comer una hamburguesa.

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